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lunes, 18 de enero de 2016

Cuando olvidamos el azar


(por: Leo Cabarcas)

Recuerdo cuando era chico no lograba comprender bien como nos organizábamos las personas, los seres humanos. Descubriendo el mundo surgían preguntas que solo traían consigo mas preguntas. Era poseedor de una gran curiosidad, admito que mi familia ha sido muy paciente en ese aspecto, han tenido que soportar grandes de cantidades de ¨¿y porqueee? ¨. Desde los mas incómodos ¨¿y porqué?¨  hasta los más interesantes y absurdos. En la misma medida he recibido las respuestas por parte de los grandes.

Por lo general un chico sólo espera el momento para jugar, se hace difícil comprender el mundo adulto, mucho mas cuando las enseñanzas parecen ser tan claras y tan sencillas. ¿Qué sucede en el mundo de los adultos que no pueden poner en práctica aquello que enseñan a los mas chicos?¿Cómo es posible que las enseñanzas del mundo de los mayores casi no sean ejercidas por los mayores? 
¿Nos damos cuenta los grandes lo que terminamos enseñando?
De los grandes se escucha:
 ¨Esta generación esta perdida¨. ¨No se que pasa con los jóvenes hoy en día¨ ¨¿A estos pibes quien los entiende
¿Hay alguna posibilidad que estemos mareando un poco a los mas chicos?
Los adultos enseñan: ¨No hagas lo que no te gusta que te hagan a vos¨, casi como un mandato sagrado, el niño mira al mundo de los grandes y ve armas, guerras, gente que se insulta, que se golpea, que se ríe de alguna desgracia ajena o se siente complacida con el malestar de otros.
El niño se pregunta: ¿Porque hacen con otros lo que no les gusta que le hagan a ellos?
Y bajo esa sola y simple premisa, cada enseñanza empieza a tener su contrapunto o su mirada de sospecha. 
Y va el nene con la familia a la iglesia, y el señor que está adelante y que todos miran atentamente dice: ¨Ante dios somos todos iguales¨, pero luego los grandes resaltan los negros, los chinos, los pobres, los zurdos, los diestros, las mujeres, los hombres, los ricos, los heterosexuales y en base a eso arman para si mismos un trato distinto con cada uno.
Gran confusión brindamos a quienes dan sus primeros pasos por este mundo. Lógicamente cuando los primeros confundidos somos nosotros. Enseñamos responsablemente lo que irresponsablemente luego no ponemos en práctica. ¨Hay que pensar en los demás y no ser egoísta¨  escucha un niño de su padre, mientras éste, conduce a 150kmh. 
Creo,  y de verdad lo creo, que muy pocas personas pueden desear que a otro le vaya mal, que muy pocas personas pueden querer guerras, muertes, hambrunas, pobreza, falta de refugio o salud para el prójimo. Con cualquier persona que hablo, casi sin discriminación de edad quieren, les gustaría o sueñan un mundo mejor, mas justo, mas igualitario, donde haya menos sufrimiento...¿utopía?  Léase bien! En ningún lugar dice perfecto, la perfección no existe como tal. Sólo un mundo mejor.
¿Como puede ser que no podamos acercarnos al mundo que tanto nos gustaría? En definitiva algo debemos estar haciendo mal!
El primer error: Dar por sentada la vida y el origen. A vos que estás leyendo esto, recordá que sos fruto del azar más grande en este inmenso, infinito, casi inimaginable universo.
 Sos un segundo donde el universo jugo en su ruleta y te dió la vida. No tenes idea cómo sucedió! En algún momento tomas conciencia que estás en un lugar determinado, en una familia determinada, con un estilo o forma de vida determinada, tenes un nombre y hasta un idioma para comunicarte.  Te invito a contemplar... y cuando mires al resto de las personas no olvides que el azar te puso en tu casa, en esa familia, en tal barrio, en ese que hoy es tu país y en este mundo, y también el azar decidió que seas humano. 
Y si en algún momento te atreves a mirar a alguien con cierto desprecio recordá que sólo por azar no estás ocupando ese lugar en la vida.
 Esa sola premisa debería ser suficiente para bajar los dedos acusadores y ayudarnos un poquito mas

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