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jueves, 5 de enero de 2017

Silencio. El plan del cambio.




(Rodrigo Avelleira)

Esto no fue contado en su momento.
A principios de los '90, verán que no es capricho la referencia, el único paliativo contra el virus de HIV era una droga llamada AZT. En el Hospital Muñiz la aplicaban gratuitamente; por las características de la droga, debía trazarse un cronograma periódico y constante. No se curaba, pero ayudaba mucho y mejoraba la calidad de vida notoriamente al infectado.
Un amigo mío tenía HIV aquellos años. Se trataba en el Muñiz. Por una transa económica se cambió de laboratorio y Víctor, mi amigo, y cientos de otros más se encontraron que durante tres meses el tratamiento a la fuerza fue discontinuado. Esos 90 días fueron letales.
Mi amigo murió despacio en la cama de su casa, una simple bronquitis lo arrastró.
Cientos de otros también se fueron. La enfermedad y el enfermo estaban estigmatizados, así las cosas de ésta hijaputez supimos y sufrimos pocos, no había medios que lo reflejaran. El silencio, todavía, era salud.
Hoy alguien decidió discontinuar los paliativos contra la tuberculosis, enfermedad antigua y trágica sin tratamiento. Hace unos meses alguien, seguro que el mismo, quitó de las cartillas de PAMI más de 200 medicamentos sin que nadie le mueva (a él no se le mueve nada) un pelo.
Ése alguien decide literal y directamente sobre la vida de mucha gente. A la noche llega y besa a sus hijos, cena con su mujer, elige una película, disfruta de sus nietos; un rato antes cortó el suministro de una medicina que salva vidas; seguramente por un tiempo, retomarán después cuando decidan que ahora sí hay plata para los tuberculosos.
A ése alguien lo imagino hombre, de prejuicioso nomás.
Hay decisiones que parecen aislada pero tienen una historia que traza directamente el perfil de prioridades que tienen los que nos gobiernan, los que tienen la lapicera pesada.
Hay decisiones que parecen aisladas pero que son parte de un plan. Hay un plan.
Aquella vez se supo que Menem debía un favor a un laboratorio gigante y que la demora del laboratorio ejecutó a esos cientos entre los que estaba Victor.
Pero eran "sidosos", así se los señalaba y les juro que había gente que no quería darles la mano por miedo a contagiarse. Sin abrazos y sin paliativos, se apagaron en el silencio se una sociedad que siempre, siempre, les da la espalda a los marginales que la misma sociedad crea.
Hoy nos gobierna el mismo pulso. La misma mierda, sin políticos de por medio. Nos gobiernan los gerentes. Y seguirán cargando sus vidas vip mientras le apagan la vida a otro, a sola firma y de dueño directo.
Les molesta 20 cortando una avenida y no les jode 5 cortando el suministro de medicamentos. Andar en coche, llegar, es mas importante que curar enfermedades. Esa es la verdadera colonización de la conciencia.

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