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sábado, 6 de agosto de 2016

Hebe y el espejo





(Rodrigo Avelleira)

Quién escribe éstas líneas necesita plantar una bandera para indicar exactamente en qué punto de la historia y la vida se ubica con respecto al personaje. A su lado y en disidencia, parte de su lucha, pero reservándome el derecho a replicar algunas cuestiones que han deformado el objetivo y han permitido la siniestra caricatura que le han hecho los que antes la quisieron borrar del mapa. Mi diferencia más clara surge a mediados de los 90 cuando Menem, completando el Punto Final y la Obediencia Debida, indultó a todos los milicos, todos sueltos a sus mansiones, clubes, misas, aviones. Alguien le sopló al oído que sería bueno algún gesto hacia las víctimas del terrorismo de estado militar y judicial. Menem ofreció guita, una indemnización; Hebe tronó contra el gesto a los gritos y para adentro, revoleó ladrillazos a los suyos y a los de ellos y generó en varios chicos jóvenes con sus padres desaparecidos y en el mejor de los casos, muertos, una desesperante contradicción dentro de una vida contradictoria (te criaron quienes no debían o no querían o eran los dueños del destino de tus padres, demasiado fue Hebe, mucho); ella era y es la voz de miles, pero habló por sí sola. Obligó a elegir a chicos que no habían elegido jamás, los puso a prueba, los inquirió, se equivocó feo, los llamó traidores, lastimó fuerte y los abandonó. Luego, años después y siempre, la respeto mucho; su obra es fruto del amor más rabioso que puede existir, la de una madre a la que le robaron sus hijos y hoy ya como padre digo, a la que le robaron el futuro. Hay que refundarse mucho para no enloquecer, que te nieguen la masacre personal y masiva también, que la juzguen y después alguien ajeno los perdone. Pero Hebe pateó fuerte y no invitó a la continuidad de la lucha, les desconfió. Esos chicos hoy pasan los 40 o están ahí nomás, fundaron y aseguraron el futuro de la lucha con H.I.J.O.S.. Viven con las fotos de sus padres a flor de piel, en el pecho que ponen todos los días para vivir, criar hijos y hasta nietos. Haciendo de su camino la continuidad frustrada y destrozada por los asesinos en masa que gobernaron estas tierras a tarascones.
Pero lo de ayer es otra cosa.
Cuando el cronista era pequeño, año 73 vio luz y subió; escuchó de boca de todos que esas señoras de pañuelo blanco eran locas; no lo escuchó sólo en el verdulero o en la cola del almacén, lo escuchó de sus padres, tíos, padres de sus amigos, mucha gente las señaló; tanto así que Cortázar escribe en París una adaptación de Erasmo de Rotterdam y redirecciona el “Elogio de la Locura” y apunta a los jueves a la tarde en la Pirámide de Mayo. Un texto brillante y contundente sobre la “locura” que pide por sus hijos y la “razón” que les pide a las señoras que se callen. El loco aislado para que no moleste, eran tiempos donde se cultivó “el silencio es salud”, y el “no te metás”. Los años descascaran las mentiras, los milicos se fueron, ganaron esas mujeres, ganó su testimonio, las locas tenían razón y en las casas de los que las señalaban, supongo, se rompieron los espejos. Debe dar mucha vergüenza haber insultado a madres de desaparecidos, se puede imaginar una profunda incomodidad con la supuesta salud del silencio, indudablemente es muy feo la bajada de cabeza. Esa suerte de desarreglo existencial colectivo que existe en la Argentina, con sus contemporáneos, esa función de inevitable espejo, su presencia que señala de algún modo, más fuerte o despacio, cerca o lejos, una complicidad insoportable ante el tamaño de la masacre. El autor de éste texto tuvo en la facultad una discusión con un profesor cuando éste gritó que no nos iba a permitir a los jóvenes que arruinemos el país, “ustedes permitieron una masacre,
nosotros intentaremos arreglarla” le contestó aquel joven al docente que lo echó. Ése hombre, influyente y de nombre Alfredo Serra escritor estrella de la revista Gente, odiaba a Hebe de Bonafini, mis padres también, nuestros mayores casi todos y ahora, la que odiaban……tenía razón. Nadie pide disculpas en éstas cuestiones (nunca vi a ningún civilizado decirles a esas mujeres, “perdón, me equivoqué”, increíble), solamente se espera agazapado y se acompaña lo que ayer intentaron hacer.
La noticia ya no tiene remedio, la pisoteada de protocolos y derechos ya se lanzó; una estrategia ya desnudada hasta el paroxismo hace que una fábrica mediática-política-judicial, hace que todos los días sea necesaria una nueva causa judicial ruidosa y que apunte al gobierno anterior al que se lo culpa de todas las malas decisiones que toman los actuales; realmente ni sé si vale retomar en éste espacio, hoy, las intenciones de los mandarines judiciales; se ve de lejos y sin rascar mucho en los diarios. No aciertan una, ninguna denuncia puede por ahora ser seria, incluyendo la de Hebe que lleva años y que se responde sola, luego de que la titular de Madres presentó en tiempo y forma absolutamente toda la documentación requerida, algo que no hicieron Macri, Sturzenegger, Melconian, Prat Gay, por nombrar algunos de los que aplauden y señalan a la anciana peleadora. Se la puede culpar de haber dejado correr demasiado a un estafador como Schocklender (la diferencia entre los bienes del parricida y Bonafini, dejan claro de que lado se quedó la estafa) de no controlarlo; mas bien creo que es responsabilidad del gobierno de Cristina que no hayan seguido esos fondos. La Fundación de las Madres construyó muchas mas viviendas que el gobierno de Mauricio Macri, al igual que Milagros (coincidencia?) en Jujuy, la casa la construía el dueño y en un sistema cooperativo de viviendas barriales; lejísimos, a años luz de éste gobierno; perseguidas las dos, con el mismo prejuicio, una india y la otra loca. Los testimonios de sus vidas y obras, con contradicciones y heridas muy profundas curadas a lambetazos y en soledad, son el espejo de una sociedad tenaz en sus errores, eligiendo a quienes los han estafado desde siempre y hoy a una velocidad nunca vista.
Somos hijos de una generación que condenó a las víctimas sin juicio, acompañó en silencio la masacre y hoy rompe el espejo en dónde mirarse. Hebe de Bonafini son los pedazos de ése espejo hecho bolsa y que vienen a barrer

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